ALGO DE HISTORIA
Desde época
medieval, en los
alrededores de la Plaza Mayor de Madrid se establecieron diversos gremios o asociaciones de artesanos,
que habitualmente se agrupaban en zonas determinadas y en razón de su mismo
oficio, a fin de defender mejor sus intereses profesionales. La calle de los
Latoneros, de apenas sesenta metros, comienza en la de Toledo y acaba en Puerta
Cerrada. En ella se estableció el gremio de latoneros y veloneros, que tomaron
como santo patrón al mártir San Lorenzo, cuya imagen se veneró en la cercana
parroquia de San Miguel. Los latoneros, junto con sus colegas artesanos, los
veloneros, fueron los únicos gremios que permanecieron en el sitio de su
establecimiento primitivo, durante muchos años.
El origen del oficio de latonero es muy
remoto. Su trabajo consistía en el arreglo de útiles caseros de latón, cobre y
hasta de barro vidriado. Reparaban, entre otros utensilios: bacías, palanganas,
velones y bacines, mediante soldaduras y lañas hechas con estaño, y en algunos
casos sustituían las bases dañadas de los cacharros, por otras nuevas de
hojalata.
Hace muchos años que desapareció el
último latonero, pero aun siguen los artesanos establecidos en esta calle,
concretamente en el número 3 de la misma, donde allá por el año 1966 se fundó
“Casa Revuelta”, taberna de Madrid donde trabajan el bacalao de manera
artesanal y primorosa. Su fundador,
Santiago Revuelta llegó a la capital de España desde su Valladolid natal
y después de dirigir alguna otra taberna, se estableció en los alrededores de
la Plaza Mayor y la Cava Baja, zona habitual de Tascas y Tabernas.
INFORMACIÓN PRÁCTICA
Para
tomar El Avisillo acodados en la barra:
En
ésta taberna, como en otros muchos bares de la zona, se estila el beber “chatos”
de vino de una frasca. Ya saben, cuando los franceses, a primeros del siglo XIX, campaban por sus respetos por media España y les apetecía tomarse un
tintorro, entraban en la primera taberna que encontraban y chapurreando el
español solicitaban una jarra de vino y añadían ¿château? (sssato),
refiriéndose, entre cachondeos, a la bodega productora del vino, como si el
humilde vino servido, de un refinado Burdeos se tratara. Con el tiempo sssato,
se españolizó hasta convertirse en chato, y hasta la fecha. Bueno… existe otra
versión que hace referencia a la forma de los vasos, pero a mí me gusta más la
de los gabachos.
Acompañando
a una ronda de chatos de vino de Valdepeñas, se puede degustar un magnífico y
jugoso bacalao rebozado, que para mi gusto es el mejor de Madrid. También unos
estupendos callos a la madrileña (miércoles y jueves), unos calamares en su
tinta (viernes y sábados), y hasta unos torreznos o empanadillas cualquier día,
todo ello bien cocinado y en su punto.
Chato
de vino (0,80€) y pincho de bacalao (3€).
POR SI PUDIERA INTERESAR
Una
barra no muy grande, con su correspondiente y disputado rincón. Cuatro mesas
con taburetes bajos, para los afortunados que los ocupen. Todo muy impersonal,
incluidas unas vigas de madera, presuntamente antiguas y que decoran el fondo
del local. Verdaderamente cuando entras en la taberna, te da igual la
decoración pues no la vas a ver. Está casi siempre lleno hasta los topes.
Los
camareros, de dentro y de fuera de la barra, te atenderán con amabilidad y
prontitud para servirte y buscarte un sitio, aunque no lo haya.
Buenos
profesionales.
Puntuación:
****
Aperitivo:
Alguna aceituna o cacahuete, cosa de poca imaginación.
Precio:
Medio
Sucursales:
No tienen
Restaurante:
No
Terraza:
No
Dirección:
Calle de Latoneros, 3
28005
Madrid
Teléfono: 34 913 663 332
Cierra:
Domingo tarde y lunes todo el día
Horario:
10:30 a 16:00 y de 19:00 a 23:00
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